Bosques de Córdoba no dejan de retroceder
Los bosques de Córdoba no dejan de retroceder
Fecha de Publicación: 23/03/2008
Autor del Artículo: Nota publicada en Hoy la Universidad
La UNC dio a conocer un informe sobre la deforestación alarmante que sufre la provincia. Para el año 2000 se había perdido el 85% de sus montes. Y la tala de árboles triplica a la tasa que registra el Amazonas. Las consecuencias sociales del fenómeno.
Hace menos de cien años la provincia de Córdoba tenía 3/4 partes de su territorio cubierto de bosques nativos, lo que comúnmente se denomina monte. Para el 2000 se había perdido el 85% de esa vegetación natural y el porcentaje se acrecentó hasta la actualidad.
El ritmo de avance de la deforestación sobre los bosques restantes fue voraz, a tasas que superan las más graves situaciones mundiales: entre 1969 y 1999 el índice de desmonte en la provincia osciló entre el 5% y el 9% anual según las zonas, mientras que las de Sumatra y las del Amazonas, dos casos de emergencia planetaria en deforestación, eran del 3% y el 0,38% respectivamente.
La deforestación no es novedad en Córdoba, ni en el país, ni en el mundo. Pero el ritmo de crecimiento y la magnitud que adquirió en nuestra provincia en estos últimos 20 años la convirtieron en un problema trascendental para el futuro de los cordobeses, porque sus consecuencias ya están afectando profundamente las condiciones ambientales, económicas y sociales.
Dentro de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) existen docentes y facultades que están abordando el tema desde hace algunos años. Entre ellos están el Biólogo Dr. Marcelo Zak -docente de la carrera de Geografía de la Facultad de Filosofía y Humanidades- y el Biólogo Dr. Marcelo Cabido -de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales-. Sus trabajos científicos han permitido dimensionar el crecimiento y el tamaño del desmonte en Córdoba, que ya estaba siendo denunciado por muchas organizaciones e instituciones. En ese sentido, la investigación universitaria constituye un aporte al conocimiento de nuestros problemas y al involucramiento de la sociedad en su resolución.
Los árboles no mueren de pie
Los verdaderos problemas para los bosques de nuestra provincia comenzaron a principios del siglo XX. Antes de la gran expansión de la agricultura, los bosques (tanto de sierras como de llanuras) ocupaban en Córdoba alrededor de 110.000 kilómetros cuadrados. Esto equivale a 11 millones de hectáreas. Durante el siglo pasado y hasta la actualidad la provincia de Córdoba perdió unos 93.500 kilómetros cuadrados de bosques, lo que equivale a 9,3 millones de hectáreas aproximadamente.
Ya en 1960 los bosques nativos sólo se restringían a la zona norte y noroeste de la provincia. Entre 1960 y 1999 se perdieron más de 1,2 millones de hectáreas, tanto de sierra como de llanura. Durante los años siguientes, y fundamentalmente en las últimas dos décadas, los intereses económicos arrasarán también con gran parte de lo que quedaba, a un ritmo literalmente arrollador.
El avance y velocidad de los desmontes en nuestra provincia plantea, según los investigadores, una situación de emergencia sobre la cual es preciso alertar, pero sobre todo actuar. Zak y Cabido hicieron un estudio comparativo entre la vegetación de las sierras cordobesas entre 1969 y 1999. El trabajo se circunscribió a 5 departamentos del norte provincial y reveló datos contundentes. El bosque nativo se redujo un 85% en esos treinta años.
La situación alarmó hasta al propio Estado nacional, por la rapidez con que estaba ocurriendo. Según estadísticas de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, la provincia tuvo entre 1998 y 2006 una tasa de deforestación que osciló entre 2,52% y 2,93% (la más alta del país), lo que significó la pérdida de 216.728 hectáreas de bosques.
La tasa mundial de deforestación es del 0,23% promedio: en esos años Córdoba estuvo más de diez veces por encima del promedio mundial. Hubo picos de 7,53%, como el del Departamento Río Primero, que en menos de 14 años podría quedarse sin bosque nativo. Otro caso grave dentro de nuestro país es el de Santiago del Estero, pero tiene valores menores a los de Córdoba: oscila entre 1,40% y un 5% según las zonas.
Un "complot" contra el bosque
La opinión de todos los investigadores y docentes es unánime: la principal causa del crecimiento del desmonte en el norte de la provincia es la extensión de la frontera agropecuaria, vinculado al sector de los agronegocios. La suba internacional del precio de la tierra elevó también el costo de las zonas tradicionalmente agrícolas. La primera reacción de los productores ante eso fue buscar tierras nuevas en zonas marginales, para incorporarlas a la agricultura -principalmente a la siembra de soja- y a la ganadería extensiva.
Pero muchas de esas tierras eran inadecuadas para esas producciones. Entonces, ¿qué fue lo que pasó?, ¿qué hizo posible la extensión de esta frontera hacia el norte provincial? En primer lugar el precio, pues allí las tierras valían hasta 10 veces menos que en las zonas del centro y sur. Pero esa expansión también fue posible -y aún sigue siéndolo- porque coincidió con un ciclo húmedo mediante el cual el norte de Córdoba pasó de un promedio de lluvias de 650 mm. anuales en la década del 50 a casi 800 mm. anuales en la del 90.
Según Marcelo Zak, "todo indica que ese ciclo húmedo en algún momento va a acabarse y las lluvias van a volver a sus valores históricos. Cuando eso pase, lo más probable es que esos campos tengan que abandonarse por ser inviables para esa producción y como fueron desmontados se transformarían en desiertos".
Otros elementos importantes fueron la aparición de tecnologías como la siembra directa, -que casi no necesita remover el suelo- y la implantación desde 1996/97 de la soja transgénica, que es resistente a mayores temperaturas y, sobre todo, al glifosato, un herbicida total. La semilla y el glifosato fueron introducidas por la multinacional Monsanto, que vendía el paquete completo. Las ventas de glifosato aumentaron en el país un 2300% en 6 años: pasaron de 1,3 millones de litros en 1991 a 30 millones en 1997 y la producción de soja pasó, por ejemplo, de 6 mil hectáreas en 1957/58 a 150 mil hectáreas en 1999/2000 en los departamentos investigados en el estudio de Zak y Cabido.
El golpe de gracia provino del otro lado del mundo. El crecimiento de la economía china produjo el aumento del ingreso per cápita de sus habitantes y, con ello, una mejora en sus opciones alimenticias. Los chinos comenzaron a comer más carne de cerdo, que son alimentados con soja, en buena parte importada de nuestro país. Eso ya elevó el precio de esa oleaginosa, pero la devaluación de nuestra moneda en 2002 hizo más jugoso el negocio, porque los ingresos en dólares se triplicaron, mientras cayeron los costos internos.
Entonces: tierras más baratas, aumento de lluvias, una tecnología que disminuyó el esfuerzo y la mano de obra necesaria, más un mercado con demanda creciente y precios elevados. Lo único que se interponía -y se interpone- en ese negocio es el bosque nativo. Esto es lo que Marcelo Zak llama "un complot contra el bosque". Un complot, por supuesto, que tiene algo de fatalidad, pero también mucho de causalidad humana contante y sonante. br / Para los investigadores, la otra gran causa de desmonte es más bien subsidiaria de la primera. La extensión de la frontera agrícola demanda la mayor cantidad de tierras posibles y esto provoca también un corrimiento de la actividad ganadera vacuna extensiva hacia zonas marginales hasta ese momento a esa actividad.
Sobre los precios y los costos
Dada la magnitud del problema, en Córdoba ya no se trata de estimar predictivamente las consecuencias del desmonte, sino de medirlas en términos concretos. br / Toda la región norte de nuestra provincia alberga ecosistemas muy frágiles que se han consolidado por la interacción de muchas especies a través de miles de años. En términos ambientales, el desmonte provoca la modificación drástica de esas condiciones: una pérdida de su hábitat natural para muchas especies animales y vegetales y un consecuente menoscabo de biodiversidad para el hombre. A su vez los suelos quedan desprotegidos contra la erosión hídrica y eólica, lo que le va provocando la disminución de nutrientes hasta llegar a la desertificación completa.
La idea del quebranto del hábitat no deja de parecer algo lejano sobre lo que es difícil tomar real magnitud. Pero ya ha tenido consecuencias bien concretas en nuestra provincia: la invasión de langostas quebracheras que ocurrió a fines de 2006 en Quilino se devoró 110 mil hectáreas. Situaciones similares se vivieron en Santiago del Estero y Chaco. Es lo que se podría denominar una respuesta contundente. ¿Qué tienen que ver las langostas con el desmonte? Los investigadores indican que una de las principales causas fue la devastación del quebracho (su principal alimento), ante lo cual avanzaron sobre lo que encontraron. Algo similar está pasando en Villa Las Rosas, donde las serpientes desplazadas y arrastradas por el desmonte están ocupando la zona urbana.
Otras consecuencias ambientales importantes están vinculadas al agua, en algunos casos por abundancia y en otros por ausencia. En primer término porque los bosques frenan, retienen y absorben el agua de las lluvias. Cuando se desmontan zonas serranas, se producen inundaciones como la que arrasó el año pasado a Tartagal (Salta).
Por otro lado se produce un efecto contrario: el desmonte en las cuencas acuíferas dificulta la retención y absorción que realizan los bosques, y eso perjudica a los ríos que luego nos proveen de agua potable. Pero, como advierte Cabido, "el desmonte se puede ver, pero uno de los problemas más grave está más abajo y no se ve". Ocurre que cuando los bosques son sustituidos por cultivos transgénicos que requieren grandes cantidades de herbicidas, esos agroquímicos pueden empezar a contaminar el agua que consumimos, a través de la acción de arrastre de las lluvias y la filtración a las napas subterráneas. En ese sentido, el biólogo Federico Kopta, presidente de la Fundación ACUDE y coordinador del Foro Ambiental Córdoba, señaló que de los 276 plaguicidas autorizados por el SENASA y usados en el país, sólo dos son controlados en el agua potable, además de otros ocho que ya están prohibidos. "Pero para lo que realmente se usa, no hay norma ni control", indica.
Córdoba: ¿la de ayer o la de hoy?
La biodiversidad que aportan los bosques suele verse como algo abstracto, algo que nada tiene que ver con nuestra vida. Pero Marcelo Zak logra explicar sencillamente por qué es importante y cuánto dependemos de ella: "En el bosque y su biodiversidad está nuestro reaseguro para el futuro. Supongamos que, por los cambios climáticos, aumenta la temperatura seis grados en nuestro país, lo que es muchísimo. El maíz, tal cual lo conocemos, no resistiría ese cambio. Tendríamos que ir a México y buscar uno de los antecesores del maíz. En los bosques nativos de ese país todavía hay maíz salvaje. Alguno de ellos, por diversidad genética, seguramente está adaptado a más temperatura. Lo sacamos, lo trabajamos y lo volvemos a producir. De eso comemos. Lo mismo con los frutos de nuestros bosques nativos. Más allá de que no te guste la parte bucólica, que te importe un carajo el trino de los pájaros, que las mariposas sólo te gusten pinchadas en un terlgopor, el bosque sigue siendo un reaseguro para el futuro que nos permitirá sobrevivir a los fuertes o pequeños cambios. Hasta por una cuestión de egoísmo, lo que te conviene es el bosque. Es muy simple".
La situación en la provincia es grave y muchas veces paraliza o inhibe. Pero según Cabido "aún estamos a tiempo de evitar sacrificar las zonas que aún quedan, sobre todo al noroeste". Zak, por su parte, trata de pensar qué provincia queremos y cómo la queremos: "A veces pensamos a Córdoba como la veíamos hace unos diez años. Entonces decimos: Bueno, el cambio no es tanto . O decimos: El bosque, para qué lo vamos a defender, si en realidad queda tan poco? ¡Pero no! Tenemos que pensar cuál es la Córdoba que vamos a defender. Si la vamos a proteger según lo que es hoy, perdimos. La tenemos que proteger pensando en lo que fue ayer, y que no fue hace mucho".
Fuentes: La producción de este informe de Hoy la Universidad fue realizada sobre la base de la investigación "Zak, M., Cabido, M., Cáceres, D. and Díaz, S. What drives accelerated land cover change in central Argentina Environmental Management. En prensa." y en base a entrevistas a los biólogo Marcelo Zak, Marcelo Cabido, Fernando Barri y Marcela Tamburini y a los ingenieros Alejandro García Astrada, Alicia Barchuk, Marcelo Cantarero y Gerardo Bergamín, todos docentes y/o investigadores de la UNC. Además se consultó al biólogo Federico Kopta, miembro de la Fundación ACUDE y el Foro Ambiental Córdoba, y a integrantes de las organizaciones del Movimiento Campesino de Córdoba.
Fecha de Publicación: 23/03/2008
Autor del Artículo: Nota publicada en Hoy la Universidad
La UNC dio a conocer un informe sobre la deforestación alarmante que sufre la provincia. Para el año 2000 se había perdido el 85% de sus montes. Y la tala de árboles triplica a la tasa que registra el Amazonas. Las consecuencias sociales del fenómeno.
Hace menos de cien años la provincia de Córdoba tenía 3/4 partes de su territorio cubierto de bosques nativos, lo que comúnmente se denomina monte. Para el 2000 se había perdido el 85% de esa vegetación natural y el porcentaje se acrecentó hasta la actualidad.
El ritmo de avance de la deforestación sobre los bosques restantes fue voraz, a tasas que superan las más graves situaciones mundiales: entre 1969 y 1999 el índice de desmonte en la provincia osciló entre el 5% y el 9% anual según las zonas, mientras que las de Sumatra y las del Amazonas, dos casos de emergencia planetaria en deforestación, eran del 3% y el 0,38% respectivamente.
La deforestación no es novedad en Córdoba, ni en el país, ni en el mundo. Pero el ritmo de crecimiento y la magnitud que adquirió en nuestra provincia en estos últimos 20 años la convirtieron en un problema trascendental para el futuro de los cordobeses, porque sus consecuencias ya están afectando profundamente las condiciones ambientales, económicas y sociales.
Dentro de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) existen docentes y facultades que están abordando el tema desde hace algunos años. Entre ellos están el Biólogo Dr. Marcelo Zak -docente de la carrera de Geografía de la Facultad de Filosofía y Humanidades- y el Biólogo Dr. Marcelo Cabido -de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales-. Sus trabajos científicos han permitido dimensionar el crecimiento y el tamaño del desmonte en Córdoba, que ya estaba siendo denunciado por muchas organizaciones e instituciones. En ese sentido, la investigación universitaria constituye un aporte al conocimiento de nuestros problemas y al involucramiento de la sociedad en su resolución.
Los árboles no mueren de pie
Los verdaderos problemas para los bosques de nuestra provincia comenzaron a principios del siglo XX. Antes de la gran expansión de la agricultura, los bosques (tanto de sierras como de llanuras) ocupaban en Córdoba alrededor de 110.000 kilómetros cuadrados. Esto equivale a 11 millones de hectáreas. Durante el siglo pasado y hasta la actualidad la provincia de Córdoba perdió unos 93.500 kilómetros cuadrados de bosques, lo que equivale a 9,3 millones de hectáreas aproximadamente.
Ya en 1960 los bosques nativos sólo se restringían a la zona norte y noroeste de la provincia. Entre 1960 y 1999 se perdieron más de 1,2 millones de hectáreas, tanto de sierra como de llanura. Durante los años siguientes, y fundamentalmente en las últimas dos décadas, los intereses económicos arrasarán también con gran parte de lo que quedaba, a un ritmo literalmente arrollador.
El avance y velocidad de los desmontes en nuestra provincia plantea, según los investigadores, una situación de emergencia sobre la cual es preciso alertar, pero sobre todo actuar. Zak y Cabido hicieron un estudio comparativo entre la vegetación de las sierras cordobesas entre 1969 y 1999. El trabajo se circunscribió a 5 departamentos del norte provincial y reveló datos contundentes. El bosque nativo se redujo un 85% en esos treinta años.
La situación alarmó hasta al propio Estado nacional, por la rapidez con que estaba ocurriendo. Según estadísticas de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, la provincia tuvo entre 1998 y 2006 una tasa de deforestación que osciló entre 2,52% y 2,93% (la más alta del país), lo que significó la pérdida de 216.728 hectáreas de bosques.
La tasa mundial de deforestación es del 0,23% promedio: en esos años Córdoba estuvo más de diez veces por encima del promedio mundial. Hubo picos de 7,53%, como el del Departamento Río Primero, que en menos de 14 años podría quedarse sin bosque nativo. Otro caso grave dentro de nuestro país es el de Santiago del Estero, pero tiene valores menores a los de Córdoba: oscila entre 1,40% y un 5% según las zonas.
Un "complot" contra el bosque
La opinión de todos los investigadores y docentes es unánime: la principal causa del crecimiento del desmonte en el norte de la provincia es la extensión de la frontera agropecuaria, vinculado al sector de los agronegocios. La suba internacional del precio de la tierra elevó también el costo de las zonas tradicionalmente agrícolas. La primera reacción de los productores ante eso fue buscar tierras nuevas en zonas marginales, para incorporarlas a la agricultura -principalmente a la siembra de soja- y a la ganadería extensiva.
Pero muchas de esas tierras eran inadecuadas para esas producciones. Entonces, ¿qué fue lo que pasó?, ¿qué hizo posible la extensión de esta frontera hacia el norte provincial? En primer lugar el precio, pues allí las tierras valían hasta 10 veces menos que en las zonas del centro y sur. Pero esa expansión también fue posible -y aún sigue siéndolo- porque coincidió con un ciclo húmedo mediante el cual el norte de Córdoba pasó de un promedio de lluvias de 650 mm. anuales en la década del 50 a casi 800 mm. anuales en la del 90.
Según Marcelo Zak, "todo indica que ese ciclo húmedo en algún momento va a acabarse y las lluvias van a volver a sus valores históricos. Cuando eso pase, lo más probable es que esos campos tengan que abandonarse por ser inviables para esa producción y como fueron desmontados se transformarían en desiertos".
Otros elementos importantes fueron la aparición de tecnologías como la siembra directa, -que casi no necesita remover el suelo- y la implantación desde 1996/97 de la soja transgénica, que es resistente a mayores temperaturas y, sobre todo, al glifosato, un herbicida total. La semilla y el glifosato fueron introducidas por la multinacional Monsanto, que vendía el paquete completo. Las ventas de glifosato aumentaron en el país un 2300% en 6 años: pasaron de 1,3 millones de litros en 1991 a 30 millones en 1997 y la producción de soja pasó, por ejemplo, de 6 mil hectáreas en 1957/58 a 150 mil hectáreas en 1999/2000 en los departamentos investigados en el estudio de Zak y Cabido.
El golpe de gracia provino del otro lado del mundo. El crecimiento de la economía china produjo el aumento del ingreso per cápita de sus habitantes y, con ello, una mejora en sus opciones alimenticias. Los chinos comenzaron a comer más carne de cerdo, que son alimentados con soja, en buena parte importada de nuestro país. Eso ya elevó el precio de esa oleaginosa, pero la devaluación de nuestra moneda en 2002 hizo más jugoso el negocio, porque los ingresos en dólares se triplicaron, mientras cayeron los costos internos.
Entonces: tierras más baratas, aumento de lluvias, una tecnología que disminuyó el esfuerzo y la mano de obra necesaria, más un mercado con demanda creciente y precios elevados. Lo único que se interponía -y se interpone- en ese negocio es el bosque nativo. Esto es lo que Marcelo Zak llama "un complot contra el bosque". Un complot, por supuesto, que tiene algo de fatalidad, pero también mucho de causalidad humana contante y sonante. br / Para los investigadores, la otra gran causa de desmonte es más bien subsidiaria de la primera. La extensión de la frontera agrícola demanda la mayor cantidad de tierras posibles y esto provoca también un corrimiento de la actividad ganadera vacuna extensiva hacia zonas marginales hasta ese momento a esa actividad.
Sobre los precios y los costos
Dada la magnitud del problema, en Córdoba ya no se trata de estimar predictivamente las consecuencias del desmonte, sino de medirlas en términos concretos. br / Toda la región norte de nuestra provincia alberga ecosistemas muy frágiles que se han consolidado por la interacción de muchas especies a través de miles de años. En términos ambientales, el desmonte provoca la modificación drástica de esas condiciones: una pérdida de su hábitat natural para muchas especies animales y vegetales y un consecuente menoscabo de biodiversidad para el hombre. A su vez los suelos quedan desprotegidos contra la erosión hídrica y eólica, lo que le va provocando la disminución de nutrientes hasta llegar a la desertificación completa.
La idea del quebranto del hábitat no deja de parecer algo lejano sobre lo que es difícil tomar real magnitud. Pero ya ha tenido consecuencias bien concretas en nuestra provincia: la invasión de langostas quebracheras que ocurrió a fines de 2006 en Quilino se devoró 110 mil hectáreas. Situaciones similares se vivieron en Santiago del Estero y Chaco. Es lo que se podría denominar una respuesta contundente. ¿Qué tienen que ver las langostas con el desmonte? Los investigadores indican que una de las principales causas fue la devastación del quebracho (su principal alimento), ante lo cual avanzaron sobre lo que encontraron. Algo similar está pasando en Villa Las Rosas, donde las serpientes desplazadas y arrastradas por el desmonte están ocupando la zona urbana.
Otras consecuencias ambientales importantes están vinculadas al agua, en algunos casos por abundancia y en otros por ausencia. En primer término porque los bosques frenan, retienen y absorben el agua de las lluvias. Cuando se desmontan zonas serranas, se producen inundaciones como la que arrasó el año pasado a Tartagal (Salta).
Por otro lado se produce un efecto contrario: el desmonte en las cuencas acuíferas dificulta la retención y absorción que realizan los bosques, y eso perjudica a los ríos que luego nos proveen de agua potable. Pero, como advierte Cabido, "el desmonte se puede ver, pero uno de los problemas más grave está más abajo y no se ve". Ocurre que cuando los bosques son sustituidos por cultivos transgénicos que requieren grandes cantidades de herbicidas, esos agroquímicos pueden empezar a contaminar el agua que consumimos, a través de la acción de arrastre de las lluvias y la filtración a las napas subterráneas. En ese sentido, el biólogo Federico Kopta, presidente de la Fundación ACUDE y coordinador del Foro Ambiental Córdoba, señaló que de los 276 plaguicidas autorizados por el SENASA y usados en el país, sólo dos son controlados en el agua potable, además de otros ocho que ya están prohibidos. "Pero para lo que realmente se usa, no hay norma ni control", indica.
Córdoba: ¿la de ayer o la de hoy?
La biodiversidad que aportan los bosques suele verse como algo abstracto, algo que nada tiene que ver con nuestra vida. Pero Marcelo Zak logra explicar sencillamente por qué es importante y cuánto dependemos de ella: "En el bosque y su biodiversidad está nuestro reaseguro para el futuro. Supongamos que, por los cambios climáticos, aumenta la temperatura seis grados en nuestro país, lo que es muchísimo. El maíz, tal cual lo conocemos, no resistiría ese cambio. Tendríamos que ir a México y buscar uno de los antecesores del maíz. En los bosques nativos de ese país todavía hay maíz salvaje. Alguno de ellos, por diversidad genética, seguramente está adaptado a más temperatura. Lo sacamos, lo trabajamos y lo volvemos a producir. De eso comemos. Lo mismo con los frutos de nuestros bosques nativos. Más allá de que no te guste la parte bucólica, que te importe un carajo el trino de los pájaros, que las mariposas sólo te gusten pinchadas en un terlgopor, el bosque sigue siendo un reaseguro para el futuro que nos permitirá sobrevivir a los fuertes o pequeños cambios. Hasta por una cuestión de egoísmo, lo que te conviene es el bosque. Es muy simple".
La situación en la provincia es grave y muchas veces paraliza o inhibe. Pero según Cabido "aún estamos a tiempo de evitar sacrificar las zonas que aún quedan, sobre todo al noroeste". Zak, por su parte, trata de pensar qué provincia queremos y cómo la queremos: "A veces pensamos a Córdoba como la veíamos hace unos diez años. Entonces decimos: Bueno, el cambio no es tanto . O decimos: El bosque, para qué lo vamos a defender, si en realidad queda tan poco? ¡Pero no! Tenemos que pensar cuál es la Córdoba que vamos a defender. Si la vamos a proteger según lo que es hoy, perdimos. La tenemos que proteger pensando en lo que fue ayer, y que no fue hace mucho".
Fuentes: La producción de este informe de Hoy la Universidad fue realizada sobre la base de la investigación "Zak, M., Cabido, M., Cáceres, D. and Díaz, S. What drives accelerated land cover change in central Argentina Environmental Management. En prensa." y en base a entrevistas a los biólogo Marcelo Zak, Marcelo Cabido, Fernando Barri y Marcela Tamburini y a los ingenieros Alejandro García Astrada, Alicia Barchuk, Marcelo Cantarero y Gerardo Bergamín, todos docentes y/o investigadores de la UNC. Además se consultó al biólogo Federico Kopta, miembro de la Fundación ACUDE y el Foro Ambiental Córdoba, y a integrantes de las organizaciones del Movimiento Campesino de Córdoba.
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