Los árboles no mueren de pie

Los árboles no mueren de pie

Fecha de Publicación: 15/11/2009
Fuente: La Voz del Interior
Provincia/Región: Córdoba



Hace un siglo, los bosques nativos ocupaban 11 millones de hectáreas de la provincia. En 2000, apenas quedaba 1,3 millón de hectáreas. La intervención del hombre es determinante de ese proceso.
Alejandro Casona (1903-1965) probablemente no hubiera encontrado en Córdoba la inspiración para fundir la realidad y la fantasía y dar a luz una de sus obras de teatro mejor logradas: Los árboles mueren de pie .
Es que aquí, el filo del hacha, la furia de las topadoras y las motosierras, el fuego intencional, la desidia general y la imprevisión han convertido extensas superficies de monte nativo en terreno yermo, en páramos que angustian, en promesas de desierto. Y no hay exageración en la apelación a esas impresiones.
Un siglo atrás los bosques ocupaban 11 millones de hectáreas en la provincia. En 2000, apenas quedaba 1,3 millón de hectáreas con masa forestal.
Un estudio de los biólogos Marcelo Cabido y Marcel Zak (investigadores ambos de la UNC) señala que ya en 1960 los bosques nativos sólo se restringían a la zona norte y noroeste del territorio cordobés. Desde entonces y hasta 1999 se perdieron más de 1,2 millón de hectáreas, tanto de sierra como de llanura, destacan en el trabajo los docentes universitarios.
La contundencia de los datos y las evidencias de la realidad llevaron a Zak y Cabido a plantear la necesidad, no sólo de informar sobre esa situación de emergencia ambiental, sino de actuar sin perder más tiempo.
Para persuadir en particular a quienes debían pasar de la declamación a la acción, los biólogos realizaron un estudio comparativo de la vegetación de las sierras cordobesas entre 1969 y 1999. El relevamiento se circunscribió a cinco departamentos del norte. Los resultados fueron contundentes: en esas tres décadas, el bosque nativo se redujo un 85 por ciento. ¿Cómo fue que ocurrió eso?
Un regalo del cielo. En la década del ´90 un ciclo húmedo excepcional elevó el promedio de lluvias en el norte cordobés de 650 a 800 milímetros anuales, según los registros históricos del Centro de Investigaciones Hídricas de la Región Semiárida (Cihrsa).
Ese regalo del cielo y la suba internacional del precio de la tierra en áreas tradicionalmente agrícolas, entre otras causas, hicieron que muchos productores y empresarios de los agronegocios pusieran el ojo en zonas marginales, potencialmente aptas para la agricultura y la ganadería extensiva.
La expansión de la frontera agropecuaria se dio entonces a expensas del monte nativo, porque la preservación de éste y la conquista de tierras para cultivos y animales, se sabe, son incompatibles en Argentina. Al menos eso es lo que muestran los hechos. Esa incompatibilidad es más marcada en Córdoba que en el resto del país.
Las estadísticas de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación registran una tasa de deforestación en la provincia de entre el 2,52 y el 2,93 por ciento de 1998 a 2006, la más alta del país en ese período.
Para dimensionar mejor el dato, vale precisar que la tasa mundial de deforestación en esos años fue de 0,23 por ciento.
También sirve tener en cuenta que las del Amazonas y la de Sumatra (dos casos que fueron calificados de emergencia planetaria en deforestación) fueron del 0,38 y del tres por ciento, respectivamente, según el Foro Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés).
Fallaron los frenos. La gravedad del diagnóstico llevó a los legisladores cordobeses a sancionar la ley 9.219. Eso ocurrió el 9 de marzo de 2005. La norma prohíbe desde ese año y hasta 2015 "el desmonte total de bosques nativos en cada una de las parcelas -públicas o privadas- ubicadas en todo el ámbito de la provincia de Córdoba". También prevé como castigo a los infractores, "en todos los casos", la "obligación de reforestar con especies nativas" el área afectada, con el fin de "remediar el daño ambiental causado". ...sta es una medida accesoria de las multas, decomiso y otras penalidades contempladas en la ley para sancionar a los contraventores.
Sin embargo, desde la entrada en vigencia de la ley 9.219 se produjeron centenares de infracciones sin que se advierta de manera contundente la reparación efectiva, mediante la reforestación, del perjuicio causado. (Ver Una promesa: habrá cortinas forestales )
Una de las últimas violaciones tuvo lugar en el departamento Totoral, donde inspectores de la Secretaría de Ambiente constataron el desmonte de 170 hectáreas de bosque autóctono. Para la "limpieza", los propietarios utilizaron topadoras y el fuego intencional.
El operativo se realizó a fines de octubre último en el paraje La Culebrilla. En esos días, a pocos kilómetros de distancia, los incendios forestales redujeron a cenizas unas 30 mil hectáreas, elevando a más de 100 mil las hectáreas arrasadas por el fuego en toda la provincia en los últimos dos meses. Como se ve, en Córdoba, los árboles no mueren de pie desde hace mucho tiempo.


Un prestador de servicios vitales

Por Rafael Kopta
Presidente de la asociación ambiente, cultura y desarrollo

E xiste una opinión generalizada sobre los beneficios que el bosque y los árboles nos brindan que suele estar reducida a los productos que podemos obtener de ellos, como madera, leña, etcétera. Y en menor medida, con otros beneficios, llamados servicios ambientales, como son la liberación de oxígeno y la fijación de carbono. Otros servicios vitales menos difundidos que el bosque nos brinda están relacionados con la administración y provisión del agua y con la protección de los suelos.
Sucede que, en las sierras, el bosque protege al suelo como un paraguas de la lluvia. Las gotas golpean fuertemente sobre sus hojas y ramas y luego, se deslizan hasta la tierra.
Allí gran parte de este agua se infiltra gracias a que el entramado de sus raíces forma como una esponja; además, las raíces sujetan la tierra como una red, impidiendo que el agua la arrastre, previniendo así la erosión hídrica.
El agua infiltrada alimenta las vertientes, esto permite que haya agua aún en las épocas secas y a su vez, amortigua las crecientes, porque no toda el agua escurre.
Cuando el bosque serrano es destruido por desmonte, incendios o urbanización, el suelo queda desprotegido a merced de la lluvia cuyas gotas caen, lo rompen y el agua arrastra esta tierra fértil llevándola a los diques y embalses, rellenándolos, reduciendo así su capacidad de almacenar agua para el consumo, los cultivos y la producción de energía. A su vez, las crecientes se acentúan y las vertientes se secan en invierno.
Es fundamental que la ciudadanía, y en especial los gobernantes, entiendan que para lograr un desarrollo que tenga futuro no se puede ignorar la vital relación que existe entre la sociedad y el bosque. Si seguimos sin una firme política de gobierno que proteja los bosques, el deterioro será irreversible, generando problemas ambientales, sociales y económicos cada vez más graves y menos factibles de remediar.


Leyes conciliadoras, el gran desafío

Por Javier bernasconi
Miembro del Aula abierta de montaña de la unc

E l bosque nativo es un recurso natural de dominio público ubicado en propiedades privadas. Esta es la dificultad principal para su uso, manejo y conservación.
Algunos propietarios de predios rurales se sienten dueños del bosque, de la fauna nativa y del agua de sus campos, favorecidos por un Estado históricamente ausente, lejano o limitado, cómplice por sus carencias en el control de esos recursos.
El factor desequilibrante de esta situación es una agricultura de grandes capitales indiferentes a la conservación, que utilizan y desmontan bosques de manera irracional por no entrar en sus esquemas productivos.
Así, la falta de prácticas sostenibles transformó ecosistemas naturales en cultivos donde prevaleció sólo la maximización de la rentabilidad.
El desafío es que haya leyes conciliadoras de la propiedad privada y del patrimonio público, enmarcando a la provincia y a cada cordobés para velar por la conservación del patrimonio natural, manejándolo y resguardándolo para nuestras generaciones venideras.
Debemos reconocer y valorar el servicio ambiental que los bosques generan y estar dispuestos a pagarlo. Cada propietario rural debería afectar una superficie al servicio ambiental, desgravándola de impuestos y recibiendo un pago por el servicio dado.
El grado de deforestación de la provincia es alarmante. Actualmente, los bosques no llegan a ocupar ni el 10 por ciento de su superficie original. Y estamos atrasados en la toma de decisiones y en las acciones de remediación y restauración de los ecosistemas naturales.
No deben sorprendernos la sequía, la pérdida de suelos por erosión ni la disminución de la fauna. Todo está relacionado directamente con la pérdida de los bosques, aunque las sociedades rurales desmientan que el desmonte es la causa principal de semejante desastre ambiental. Es hora de que se asuma, sin hipocresía, el costo de las acciones sobre el bosque.


Una promesa: habrá cortinas forestales

"Para remediar el desmonte, tenemos que intensificar la reforestación, no sólo por la vía de la accesoria a los infractores de la ley 9.219, sino también por iniciativa propia", señaló a este diario el secretario de Ambiente de Córdoba, Raúl Costa. "En eso estamos y con ese propósito, desde abril de 2010 comenzaremos con la plantación de cortinas forestales en los campos", aseguró el funcionario.
Desde la entrada en vigencia de la ley 9.219 a la fecha se han constatado más de 700 infracciones y recién este año se comenzó a exigir la reparación efectiva, mediante la reforestación, del perjuicio causado. La medida se aplicó sólo en una decena de casos. Poco y nada. Sobre todo si se tiene en cuenta que en lo que va de 2009, Ambiente constató la destrucción de 3.008 hectáreas de monte nativo en el norte y noroeste provincial.
Río Seco, Sobremonte, Ischilín, Cruz del Eje, Minas y Punilla son seis de los departamentos más afectados por el desmonte en los últimos 40 años. En ellos también se advierte un creciente proceso de desertificación con las consecuencias que eso supone. Por ejemplo, los 1.800 habitantes de Rayo Cortado, en Río Seco, se quedaron sin agua porque se secó la vertiente que abastecía al pueblo desde 1950.
Profesía cumplida. "Todo indica que el ciclo húmedo -que elevó el promedio de lluvias en el norte cordobés de 650 milímetros anuales en la década del ´50 a 800 milímetros a mediados de los ´90- en algún momento se acabará y las lluvias volverán a sus valores históricos", advertía Marcelo Zak hace cinco años. "Cuando eso ocurra -planteó- lo más probable es que los campos tengan que abandonarse por ser inviables para la producción y, como fueron desmontados, se transformarán en desierto". Algo de eso está ocurriendo en la actualidad. El desmonte, se sabe, incide en las sequías.
El miércoles último, este diario publicó una columna del biólogo Raúl Montenegro, titulada Sequía, desmontes e imprevisión . En ella explica el vínculo entre la actual crisis hídrica y el descuido por décadas, de gobiernos y ciudadanos, de los 430 kilómetros de sierras -el Macizo Antiguo- donde se forma la mayor parte de los ríos y del agua subterránea que utilizamos los cordobeses.
Eso -señala el titular de la Funam- "porque hay menor flujo y acumulación de agua dentro del Macizo Antiguo y las vertientes aportan menos caudal o se secan en forma prematura". Al deteriorarse "la fábrica serrana -agrega- , cada vez más agua circula por la superficie en lugar de infiltrar. La falta de vegetación disminuye la retención de suelo y humedad, y aumenta la evaporación", concluye.
Greenpeace demostró la relación directa entre el proceso de deforestación en Salta y las trágicas inundaciones que se registraron en febrero de este año en Tartagal. La misma causa estuvo en la raíz de la tragedia de San Carlos Minas, el 6 de enero de 1992, cuando la descomunal crecida del arroyo Noguinet arrasó ese pueblo de Traslasierra y provocó la muerte de 30 personas.
Mucho más que dos botones de muestra.

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